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Cómo recuperarse de un trabajo tóxico

por Melody Wilding

Cómo recuperarse de un trabajo tóxico

No es ningún secreto que los profesionales de hoy en día buscan entornos en los que puedan prosperar mental y emocionalmente. Los trabajadores son ahora menos tolerantes con el trato hostil, la mala comunicación y el drama en la oficina. De hecho, un estudio reciente realizado por la Sloan School of Management del MIT reveló que una cultura tóxica en el lugar de trabajo es la razón número uno por la que la gente abandona su empleo y tiene 10,4 veces más probabilidades de contribuir al abandono que la remuneración.

Escapar de la avalancha de estrés que supone trabajar en una situación disfuncional puede ser una gran ayuda para su bienestar. Pero desprenderse por completo de los efectos de un lugar de trabajo tóxico puede resultar difícil. En mi trabajo como coach de ejecutivos, he sido testigo de cómo innumerables profesionales inteligentes y capaces luchan por recuperarse de la imprevisión, el miedo e incluso el acoso que soportaron. A veces arrastran la hipervigilancia y la reactividad a su siguiente puesto, lo que afecta a su rendimiento y disfrute.

Tomemos como ejemplo a Gerald, que llevaba tres meses en su nuevo puesto de jefe de proyecto en una empresa de software. A todas luces, sus primeros 90 días habían sido un éxito. Había puesto en marcha nuevos procedimientos muy necesarios y había entablado relaciones positivas con los principales stakeholder. A pesar de estos resultados, Gerald no podía deshacerse de una sensación de malestar con su nuevo jefe. Me dijo: “Estoy marcado por mi último cargo. Tenía que ser extremadamente cuidadoso con mis palabras para evitar que mi jefe las tergiversara y las utilizara en mi contra. Nunca podía sacar temas duros sin que él explotara”.

Estaba claro que la experiencia pasada de Gerald con un lugar de trabajo tóxico le había dejado huella. Y no es el único. El trauma en el lugar de trabajo es un problema real y poco discutido, que es más importante abordar dadas las altas tasas de desgaste del personal y de rotación. Puede surgir de cualquier número de comportamientos perjudiciales, desde el acoso verbal o el aislamiento social hasta el racismo y la inseguridad laboral. Un estratega tecnológico resumió bien la experiencia cotidiana de vivir con un trauma laboral diciendo: “¿Alguien ha sufrido alguna vez un TEPT tóxico en el lugar de trabajo? ¿Como si el sonido de un correo electrónico entrante evocara su ‘respuesta de lucha, huida o congelación’? ¿Sólo yo?”

Ya ha hecho la parte más difícil: tomar la valiente decisión de decir adiós a un lugar de trabajo tóxico. Ahora se merece recuperar su confianza y dejar atrás el bagaje de un entorno negativo. He aquí cómo curarse, seguir adelante y tener éxito en su nuevo puesto.

Encuentre el cierre.

Puede que guarde resentimiento hacia quienes le maltrataron. O tal vez repita situaciones y conversaciones una y otra vez en su cabeza, preguntándose qué podría haber hecho o dicho de otra manera. Este tipo de rumiación es común y comprensible. El cerebro odia la ambigüedad y tratará de buscar respuestas a las malas acciones, aunque no nos beneficien.

La necesidad de cierre cognitivo es poderosa y puede ayudarnos a encontrar la aceptación que nos permita pasar de lo acabado a algo nuevo. Por ejemplo, Gerald seguía enfadado con su antiguo jefe porque no le apreciaba y le atacaba cuando intentaba serle útil. Gerald se dio cuenta de que nunca recibiría una disculpa de su jefe, ni la necesitaba. En su lugar, necesitaba perdonar y expresar aprecio por sí mismo. Le pedí a Gerald que escribiera una carta a su yo del pasado, reconociendo que hizo lo mejor que pudo con las herramientas, los conocimientos y la experiencia que tenía en ese momento, lo que resultó ser un poderoso ejercicio de autocuración.

Dejar un trabajo -tóxico o no- es una pérdida, así que dése espacio para hacer el duelo. Considere un ritual de liberación, como escribir una carta de “despedida” (que no envíe), archivar o borrar sus archivos de trabajo o triturar documentos antiguos.

Tome el control de lo que pueda.

Nadie merece ser tratado injustamente, acosado o maltratado, pero la autoculpación es una respuesta común al trauma. Puede que se preocupe por los “y si…”(¿y si hubiera hablado antes?) o que sienta vergüenza por el trato sufrido. La autocompasión contribuye en gran medida a reconstruir su confianza, al igual que recuperar su poder mediante acciones constructivas que refuercen su sentido de sí mismo.

Supongamos que en su último trabajo se esperaba de usted que respondiera las veinticuatro horas del día. No es productivo que se castigue por ser un “pusilánime”. Al fin y al cabo, su anterior empleador es responsable de perpetuar un entorno “siempre activo” y de asignarle una carga de trabajo abrumadora. Es mucho más útil canalizar su energía hacia la mejora de sus habilidades de asertividad para que pueda hablar claro cuando sienta que un proyecto no es realizable o sostenible en su nuevo puesto. Ponga en práctica lo que aprendió en su último puesto comunicando claramente sus límites y expectativas.

Planifique los desencadenantes.

Preste atención a las situaciones de su nuevo trabajo que le resulten familiares porque le devuelven a antiguas reacciones de estrés. Identificar situaciones específicas que probablemente le desencadenen emocionalmente puede darle poder para elaborar un plan para afrontarlas. Entre los desencadenantes más comunes se encuentran la exclusión, el sentimiento de impotencia o la percepción de rechazo.

La historia de Gerald con un jefe acosador significaba que estaba especialmente nervioso antes de las reuniones cara a cara con su nuevo jefe. Conectar esos puntos permitió a Gerald calmar su sistema nervioso con unas cuantas respiraciones profundas por adelantado. También desarrolló el hábito de observar las historias que se contaba a sí mismo. Al principio, si su jefe no le ofrecía comentarios positivos, pensaba: “Ya estamos otra vez. Esto es igual que en mi último trabajo. Mi jefe no me aprecia”. Gerald aprendió a reconocer esa inútil vía de conversación interior y a juzgar su relación por sus propios méritos, sin proyectar el pasado.

Saboree los momentos positivos.

El cerebro siempre está alerta ante posibles peligros, pero esto es especialmente cierto después de un trauma. Por eso puede sintonizar con posibles desaires, críticas y amenazas, incluso una vez que haya empezado un nuevo papel en un entorno más seguro. Puede recablear esta tendencia mediante el saboreo, una técnica psicológica que consiste en convertir los momentos positivos y fugaces en experiencias y creencias positivas. Se ha demostrado que saborear aumenta los sentimientos de felicidad, satisfacción y autoeficacia.

He aquí algunas prácticas que puede probar:

  • Rememorar en positivo. Dedicar 10 minutos al día a reflexionar sobre los pensamientos y emociones relacionados con un momento agradable.
  • Tres cosas buenas. Anotar tres acontecimientos positivos cada día y reflexionar sobre por qué sucedieron.
  • Compartir con los demás. Crear una práctica diaria de relatar los “momentos positivos diarios” a un colega o a un ser querido.
  • Autocomplacencia. Regodearse en los momentos de fortaleza y en los momentos del día en los que ejerció sus puntos fuertes.
  • Imaginación positiva. Pensar en el día siguiente e imaginar con detalle todas las cosas buenas que podrían suceder.

Por último, considere la posibilidad de abrirse a los demás una vez que haya establecido la confianza en su nuevo trabajo. Cada uno tendrá diferentes niveles de comodidad en torno a la revelación, pero hablar de sus experiencias pasadas puede ser un paso importante en la curación para algunos.

Por encima de todo, cuídese. Adaptarse a un nuevo trabajo puede ser estresante en las mejores circunstancias, y mucho más cuando se está recuperando de los efectos de un entorno laboral tóxico. Con paciencia y autocompasión, puede sobreponerse y llegar a ser más resistente que nunca.