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Cuando la IA pasa a formar parte de nuestra vida diaria

por Theodora (Theo) Lau

Cuando la IA pasa a formar parte de nuestra vida diaria

Yagi Studio/Getty Images

A medida que vivamos más y la tecnología continúe su rápido desarrollo, podemos imaginarnos un futuro en el que las máquinas aumenten nuestras capacidades humanas y nos ayuden a tomar mejores decisiones en la vida, desde la salud hasta la riqueza. En lugar de hacer preguntas y respuestas con un dispositivo de la encimera, podremos conversar de forma natural con nuestro asistente virtual, que está totalmente integrado en nuestro entorno físico. A través de nuestro diálogo y nuestras migas de pan digitales, comprenderá nuestras metas y aspiraciones en la vida, nuestras obligaciones y limitaciones. Nos ayudará a presupuestar y ahorrar para diferentes acontecimientos de la vida, de forma automática y sin problemas, de modo que podamos dedicar más tiempo a disfrutar de los momentos de la vida.

Si bien podemos imaginarnos este futuro, la tecnología en sí misma no está exenta de desafíos, al menos por ahora. La capacidad de la inteligencia artificial para entender las complejidades y los matices de la conversación humana es un obstáculo. En la actualidad, se conocen más de 7.111 idiomas vivos en el mundo, según Etnólogo. A las complejidades se suman las diversas formas en que se comparten y utilizan las palabras en las diferentes culturas, incluida la gramática y el nivel de educación y el estilo de los hablantes. Google Duplex, la tecnología compatible con el Asistente de Google, que hace las llamadas con una voz humana que suena natural en lugar de una robótica, es un intento inicial de abordar estos desafíos en la comunicación humana. Pero estos son solo los primeros susurros del largo viaje de la IA por voz.

Más allá de hacer reservas y mantener diálogos sencillos, los asistentes virtuales deberán ser mucho más útiles e integrarse aún más en la estructura de nuestra vida diaria. No solo tendrán que anticipar lo que necesitamos antes de que preguntemos, sino que también tendrán que entender el contexto de nuestras conversaciones y reaccionar en consecuencia. Imagínese un día de nieve en el que se cancelen las clases para los niños. Sabiendo que ahora debe quedarse en casa con sus hijos, su teléfono le preguntaría si le gustaría que sus reuniones se trasladaran al día siguiente; su consola de entretenimiento le sugeriría automáticamente películas para ver y libros electrónicos para leer. Lo mejor de todo es que su altavoz inteligente le recomendaría opciones de comida para comer mientras está quitando nieve con pala. O imagine cuánto más agradable sería su viaje a casa después de un viaje de negocios si su teléfono pudiera organizar automáticamente un viaje esperando para recogerlo en el aeropuerto, según su itinerario de viaje, ubicación y hábitos. Las posibilidades son infinitas. Y la voz interactiva puede iniciar una conversación de una manera que los dedos sobre el cristal no pueden.

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Pensemos en el ejemplo de la banca. Sin los límites tradicionales de la comunicación, ahora podemos reimaginarnos la vida en un mundo en el que el concepto de banca se extiende más allá de sus fronteras tradicionales o simplemente desaparece. Mientras que los límites físicos alguna vez definieron las sucursales bancarias, una variedad de modalidades, desde teléfonos móviles y ordenadores portátiles hasta altavoces inteligentes y aparatos conectados, volverán a caracterizar el significado del dinero, tanto para los consumidores como para las instituciones. Los consumidores ahora exigen experiencias digitales coherentes y fluidas, ya sea que compren productos en línea, descarguen música o transfieran dinero. Los consumidores ahora dictan lo que quieren, cuando quieren. Si las instituciones financieras quieren aprovechar la tecnología de voz para seguir evolucionando la experiencia móvil y mejorar las actividades financieras diarias, deben seguir un manual del ecosistema digital y tener cuidado de no limitarse a replicar las transacciones de las sucursales y los dispositivos móviles con diálogos verbales guionados. Al fin y al cabo, los asistentes virtuales son mucho más que una voz robótica simplificada. ¿Qué podría pasar si la IA se vuelve más sensible al contexto y empática? Imagine que algún día esta tecnología ambiental nos conozca tan bien que pueda actuar como nuestro director financiero personal y ayudarnos continuamente a obtener los mejores resultados financieros a lo largo del tiempo, basándose en su conocimiento de nuestro hogar, nuestras elecciones de vida, nuestra salud y nuestra longevidad. ¿Confiaremos en él lo suficiente como para tomar decisiones por nosotros automáticamente? Gran parte de eso se debe a la percepción y aceptación de las máquinas por parte de la sociedad. En Japón, donde la cultura es más acogedora humanoides, se despliegan robots en hospitales y hogares de ancianos para evitar que las personas mayores se sientan solas, y robots educativos también se utilizan para ayudar a los niños a mejorar sus conocimientos de inglés. Algunos incluso han ido al extremo para encontrar el amor y la compañía de los robots, como en el caso del personaje holográfico de la IA llamado Hikari Azuma creado por el gigante japonés de la mensajería Line.

La IA nos brinda la oportunidad de reimaginar no solo la experiencia de usuario, sino también el intercambio de valores. Mediante la recopilación de una gran cantidad de fuentes de datos, la IA tiene la capacidad de establecer una visión real de 360 grados de la vida diaria del consumidor, en función de sus hábitos y comportamientos anteriores, mucho más allá de los silos de datos tradicionales. La capacidad de aprender, procesar y aumentar crea una relación simbiótica entre los humanos y las máquinas. Si bien películas como «Her» y «Humans» pintan un mundo que puede parecer inalcanzable en este momento, nos permiten ejercitar nuestros músculos creativos para imaginarnos lo que nos espera. Y según Amazon, ese futuro puede que no sea tan descabellado. De hecho, con la ayuda de la IA y el aprendizaje automático, Amazon trabaja para lograr un futuro en el que las personas puedan mantener una conversación natural de ida y vuelta con altavoces inteligentes y otros dispositivos conectados.

Tenemos el poder de diseñar un mundo en el que nuestras voces colectivas ayuden a crear mejores versiones de la humanidad, en el que el propósito pase a ser el centro de nuestras innovaciones e impulse nuestras acciones diarias. Tal vez lo que nos limita no sea nuestra tecnología, sino nuestra imaginación para pensar más allá del ámbito de posibilidades actual y nuestra voluntad de confiar en las máquinas.