Para reducir la tensión del exceso de trabajo, aprenda a escuchar a su cuerpo
por Stephanie Creary, Karen Locke

Si hubo un tema constante en la vida de Bianca, fue presionarse constantemente para cumplir las expectativas de los demás. Se hizo contable porque su abuelo le dijo que era un buen trabajo. En el trabajo, Bianca (nombre ficticio) también se presionaba a sí misma para cumplir los ideales de los demás. “Me pagaban lo suficientemente bien como para poder sacar sangre de una piedra. Dejé que mi empresa me absorbiera hacia ese agujero”. Años de trabajar para alcanzar los ideales de otros acabaron por hacer mella en la salud mental y física de Bianca. “La dirección era despiadada”, compartió. “Llegó un punto en el que no había equilibrio entre el trabajo y la vida privada, llegaba a casa, trabajaba toda la noche, gritaba a mis hijos… el estrés se filtró en mi vida familiar. Acabé teniendo problemas de ansiedad. Mi salud fue cuesta abajo”.
La historia de exceso de trabajo de Bianca puede resultarle incómodamente familiar. Décadas de investigación demuestran que los lugares de trabajo suelen basarse en normas de “trabajador ideal” que recompensan a los empleados por estar siempre listos, dispuestos y capacitados para trabajar. Para hacer frente a estas exigencias, algunos trabajadores las interiorizan y viven según el mantra “trabaja duro, juega duro”, es decir, valoran el exceso de trabajo tanto en el ámbito laboral como en el no laboral como medio de luchar por el “equilibrio”, esforzándose en ambos ámbitos. Otros mantienen la voluntad de comprometerse con el sobreesfuerzo durante la semana, siempre que puedan utilizar el fin de semana como un intento de recuperación. Sin embargo, el lunes, ambos grupos vuelven a quedar atrapados en la misma rutina laboral. Con el tiempo, adherirse a las normas del trabajador ideal puede provocar colapsos del cuerpo y la mente.
Nuestra investigación explora una forma única en que los trabajadores pueden navegar por la imagen del trabajador ideal y romper este círculo vicioso de exceso de trabajo y recuperación: a través de la experiencia de una comunidad fuera del trabajo que aprovecha la conciencia corporal. En concreto, examinamos el modo en que las personas experimentan, utilizan y expresan su cuerpo cuando se dedican a diversas tareas laborales y no laborales, algo que se denomina “compromiso somático”. " Para ello nos basamos en dos estudios de un año de duración sobre la formación de profesores de yoga.
Y lo que es más importante, descubrimos que las personas pueden aprender a ajustar los patrones de sobrecarga dentro y fuera del trabajo aprendiendo a comprometerse de forma diferente con sus cuerpos. Al llegar a comprender cómo se sentía la tensión somática durante la formación de profesores de yoga, los participantes fueron capaces de entender cómo y cuándo se producían sensaciones similares en otras áreas de sus vidas. Y cuando empezaron a reconocer estas sensaciones en el trabajo, les llevó a cuestionar sus propios patrones de exceso de trabajo y a resistirse a ellos. En resumen, empezaron a ver sus cuerpos desde un lugar de autoaceptación y no como un instrumento para maximizar el rendimiento.
Obtuvimos estas percepciones a través de métodos de investigación etnográfica. En concreto, cada una de nosotras se matriculó y participó en diferentes programas de profesorado de yoga para responder a nuestras preguntas de investigación. Stephanie tenía experiencia previa en la enseñanza y la práctica del yoga y estaba interesada en estudiar cómo los distintos tipos de relaciones conforman el desarrollo de la identidad profesional. Karen también tenía experiencia previa practicando yoga y estaba interesada en las implicaciones de las prácticas mente-cuerpo para el lugar de trabajo. Tal y como exigían las juntas de revisión institucional de nuestras universidades, revelamos nuestro doble papel de investigadora y participante en la primera sesión formal de nuestros respectivos programas de formación. Como es habitual en la investigación etnográfica, participamos en todas las actividades que se esperaban de los alumnos.
Lo que aprendieron los participantes en la formación de profesores de yoga
Antes de incorporarse a la formación de profesores de yoga, las personas de nuestro estudio aceptaban en gran medida el exceso de trabajo como algo dado y daban por sentado sus cuerpos, tratándolos como instrumentos de apoyo al rendimiento laboral. Cuando flaqueaban, los participantes percibían estas experiencias como una decepción o un inconveniente en relación con las exigencias laborales.
La formación de profesores de yoga fue vista inicialmente por muchos como una oportunidad para restaurar sus cuerpos. Una participante dijo: “Me apunté [a la formación de profesores] pensando: ‘Vale. Estiraré mi cuerpo y me sentiré mejor’”. Otra se apuntó a la formación porque había estado tomando clases de yoga después del trabajo como medio para desconectar y “siempre se sentía bien después”. Otra participante decidió apuntarse cuando su matrimonio atravesaba dificultades porque “necesitaba tomarse un poco de espacio físico y mental para [ella misma]”.
En el transcurso de nuestra investigación, las participantes (incluida Bianca) aprendieron a modificar la forma en que comprometían sus cuerpos en diferentes actividades y entornos. También empezaron a cuestionar sus ideales de funcionamiento con respecto al exceso de trabajo; a considerarlo un problema coherente con las culturas occidentales; y a entender el exceso de trabajo como un punto de diferenciación de las creencias yóguicas. Una participante señaló: “En Occidente nunca nos enseñan a decir ’no puedes’… mi madre me mataría. Tenemos que hacerlo todo, mamá futbolista, madre, amiga”. Este sentimiento se trasladó también al yoga, dando lugar a la necesidad de “empujar, empujar, empujar” a través del desafío y la intensidad para realizar un equilibrio de brazos o alguna forma compleja y retorcida.
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La pandemia ha puesto al descubierto la falacia del “trabajador ideal”,La investigación es clara: las largas jornadas laborales son contraproducentes para las personas y para las empresas,Su agotamiento es único. Su recuperación también lo será.
Con el tiempo, los alumnos aprendieron a escanear sus cuerpos, a ser conscientes de su experiencia corporal de exceso de trabajo mientras mantenían una postura de yoga desafiante, y a identificar dónde sentían que su cuerpo estaba tenso y en tensión. Aprendieron a darse cuenta de cuándo y dónde se sentían “agarrados” y a considerar las posibilidades de “ablandarse”. Además, las tareas formales y el estímulo de los formadores superiores dirigieron a los alumnos a “sacar de la esterilla” lo que estaban aprendiendo en el programa de yoga. Como resultado, compartir historias personales sobre el reconocimiento y la realización de ajustes a las tendencias de sobreesfuerzo era algo normal y esperado como parte del apoyo de los aprendices al desarrollo de los demás. Las sesiones semanales de filosofía comenzaban a menudo con una revisión de la vida laboral y personal de los participantes en la que éstos compartían y discutían momentos clave, incluidos sus propios comportamientos de exceso de trabajo.
En última instancia, los participantes reconocieron a sus comunidades de yoga como una fuente de ánimo y apoyo que les había ayudado a identificar y responder a sus patrones de exceso de trabajo, ya fuera animándose unos a otros a “dejarse llevar” cuando la lucha por aprender términos sánscritos, la memorización de secuencias de yoga se volvía abrumadora o cuando la dinámica competitiva en el trabajo se volvía estresante.
La conexión trabajo-yoga
Es importante destacar que nuestra investigación demostró que la capacidad de controlar y ajustar su compromiso somático para detener el exceso de trabajo en la formación de profesores de yoga era generalizable a la vida de nuestros participantes de forma más amplia. Ahora podían detectarse a sí mismos, hacer una pausa y retirarse del exceso de trabajo disminuyendo la reactividad, reduciendo su tiempo de trabajo y reduciendo el esfuerzo físico y mental. Una maestra de escuela que desarrolló la conciencia de su hábito de sentir “tengo que terminar, tengo que terminar” señaló que ahora podía reconocer ese sentimiento en su cuerpo y en su mente y “deshacerlo conscientemente”. “Sí, había que terminar un proyecto”, observó, “pero ¿era necesario terminarlo AHORA?”.
Una directora financiera llegó a reconocer que se ponía muy tensa cuando se volvía inútilmente impaciente con sus subordinados directos; cuando eso ocurría, aprendía a hacer una pausa y respirar. Una consejera de salud señaló que había llegado a ser capaz de ser menos reactiva cuando se enfrentaba a frustraciones en el trabajo; ahora podía “atraparse” a sí misma y “ser más perspicaz y elegir mejor” su respuesta y las acciones siguientes. En términos generales, conectar la acción y la toma de conciencia permitió a las participantes hacer una pausa, comprometerse con cómo se sentían y realizar ajustes más reflexivos en sus patrones de conducta de exceso de trabajo.
Además, descubrimos que al final de la formación de profesoras de yoga, las participantes empezaron a cuestionarse el valor de ser una trabajadora ideal en primer lugar. Ya no necesitaban ser la “personalidad tipo A”, la “maniática del control”, la que podía hacerlo todo, en todo momento. En su lugar, se veían a sí mismos como el tipo de persona que da prioridad a sus propias necesidades. Por ejemplo, en el pasado, una profesora se enorgullecía del hecho de que nunca se ausentaba del trabajo independientemente de cómo se sintiera, llegando a estar 20 años sin coger un día por enfermedad. Después de la formación de profesora de yoga, se encontró trabajando para ser el tipo de persona que “honraba su cuerpo” y se tomaba tiempo personal cuando sentía que lo necesitaba.
Los participantes sintieron que podían seguir siendo profesores, abogados o contables, pero que podían ser contables que también se vieran a sí mismos como yoguis practicantes que atienden y ajustan sus pautas de exceso de trabajo. Esto puede tener implicaciones positivas no sólo para los yoguis. Por ejemplo, una directora de desarrollo pudo dejar de dirigir constantemente a su equipo; al hacerlo, descubrió que era más fácil para sus subordinados directos hacer sus propias aportaciones.
Por último, nuestro estudio reveló que la pertenencia continuada a la comunidad de yoga más allá de los programas de formación de profesores la solidificó como una especie de “tercer lugar”, es decir, un lugar más allá del trabajo y del hogar que ayudó a los participantes a resistir el exceso de trabajo, ampliarse y llevar una vida más rica. Una vez finalizada la formación, los participantes se reunían para tomar café, celebraban fiestas para ver partidos de fútbol durante la semana, compartían información sobre oportunidades únicas para practicar juntos (como clases al atardecer en tablas de paddle surf) e incluso se invitaban mutuamente a eventos laborales especiales.
Para Bianca, el compromiso continuado con la comunidad también enriqueció su vida familiar. “[La comunidad de yoga] me nutre y me ayuda a gestionar la familia. Incluso les he dicho a mis hijos: ‘¿Os gusta mamá con yoga o sin yoga? Y ellos dicen: ‘¡En yoga! En yoga!’… Así que por eso sigo”.
Aunque estudiamos la formación de profesores de yoga, nuestra investigación también puede aplicarse a las personas que participan regularmente en comunidades de fitness, atletismo u otras prácticas somáticas. Pero tenga cuidado; algunas comunidades pueden reforzar las formas de compromiso somático subyacentes al sobreesfuerzo. Actividades como correr maratones, el CrossFit o incluso el power yoga pueden ser menos eficaces para moderar las normas del exceso de trabajo porque refuerzan los mismos ideales competitivos y perfeccionistas que subyacen en muchas culturas del lugar de trabajo.
A medida que la gente es más consciente de los inconvenientes de las normas del trabajador ideal, no faltan consejos sobre cómo pensar y gestionar el exceso de trabajo. El nuestro es un poco diferente, pero no por ello menos eficaz: Busque comunidades más allá del trabajo y el hogar que contrarresten las tendencias del esfuerzo excesivo y los horarios de trabajo que todo lo abarcan, y que le hagan tomar conciencia de su cuerpo. Esto puede parecer desalentador; debe tener la intención de querer desarrollar formas de ser más sostenibles. Pero nuestra investigación sugiere que puede ser un reto que merezca la pena aceptar.
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