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Gestión de personas

Cómo gestionar a un quejica crónico

por Manfred F.R. Kets de Vries

Cómo gestionar a un quejica crónico

Lisa no podía soportarlo más. Cada vez que se reunía con su colega Peter, uno de los altos ejecutivos de la gran cadena minorista en la que ambos trabajaban, éste comenzaba un lamento interminable sobre su trabajo, el gobierno y su vida personal. Tras escuchar los lamentos de Peter, no tardó en experimentar una reacción claustrofóbica. No ayudaba que cada vez que Lisa intentaba replantear la situación de Peter de forma más positiva, él volvía a su negatividad. Los constantes refunfuños, lloriqueos y lamentos de Peter eran tóxicos para todos, incluido él mismo.

El daño causado

Las investigaciones demuestran que las quejas crónicas como las de Peter tienen efectos fisiológicos. A través de la repetición de sentimientos de malestar, tristeza, enfado e impotencia, los neurotransmisores del cerebro pueden sufrir un “recableado” neuronal que refuerza los patrones de pensamiento negativos, facilitando que los pensamientos infelices se repitan y dejando poco espacio para los sentimientos más positivos de gratitud, aprecio y bienestar. Un ciclo continuo de pensamientos negativos puede incluso causar daños en el hipocampo, la parte del cerebro utilizada para la resolución de problemas y el funcionamiento cognitivo. Con el tiempo, los quejosos se convierten en adictos a la negatividad, atraídos por el drama que conlleva una actitud quejosa.

También son propensos a pensar en blanco y negro. El compromiso no forma parte de la ecuación. No es de extrañar que los quejosos crónicos como Peter sean más propensos a ver problemas en lugar de soluciones, lo que hace muy difícil trabajar con ellos. Dada su negatividad, les resulta difícil tomar decisiones y resolver problemas. Irónicamente, quejarse de las cosas crea más cosas de las que quejarse.

Los quejosos crónicos también tienen un efecto perjudicial en quienes les rodean. Cuando las personas piensan y reaccionan de forma negativa y pesimista, sin darse cuenta transfieren estos sentimientos a los demás en un proceso que los psicólogos denominan “identificación proyectiva”. Es como si utilizaran a otras personas como una especie de cubo de basura para su negatividad, haciendo que estos otros se sientan agobiados y agotados.

Curiosamente, es muy probable que este tipo de “transferencia” forme parte de nuestra composición evolutiva. Algunos neurocientíficos han sugerido que los seres humanos poseen en su cerebro lo que se denominan neuronas espejo, que son importantes para la supervivencia. Como seres sociales, nuestros cerebros imitan inconscientemente los estados de ánimo de las personas que nos rodean, lo que puede ser una ventaja cuando nos enfrentamos a un peligro. También puede servir como forma de cohesión social. Sin embargo, este reflejo neuronal tiene su reverso. Las personas que se quejan de todo se vuelven contagiosas y, antes de que nos demos cuenta, nosotros mismos nos convertimos en quejicas.

¿Por qué quejarse?

Quejarse no es del todo malo. Desahogarse de vez en cuando y expresar las emociones negativas a un compañero sobre situaciones difíciles nos permite sacar a la luz nuestras preocupaciones y, al hacerlo, disminuir las posibles reacciones de estrés. Reprimir nuestros sentimientos puede impedirnos poner nombre a nuestro problema y llegar al fondo de la cuestión. La gente también se queja para sentirse mejor consigo misma. Volviendo a Peter, quizá quería la validación de Lisa por lo injusta o molesta que era su situación y establecer algún tipo de conexión emocional.

Pero las quejas también pueden utilizarse como una forma de ejercer el poder e influir en las percepciones. Especialmente dentro de las organizaciones, que pueden ser hervideros de juegos políticos, la gente utiliza las quejas para conseguir el apoyo de los demás. En esta interpretación, Peter podría haber estado intentando reclutar a Lisa para su punto de vista respecto a lo que él pensaba que estaba mal con algunas de las personas de su organización.

En muchos casos, las quejas crónicas comienzan pronto en la vida, como medio para ganar visibilidad y establecer una relación en la familia. Estas experiencias tempranas pueden convertirse en patrones de comportamiento profundamente arraigados y, en el caso de Peter, pueden haberse convertido en parte de su identidad. Esto explicaría por qué reacciona mal a los consejos porque resolver su problema le quitaría la razón para quejarse, amenazando su sentido de sí mismo.

Cómo gestionar a un quejoso

Los intentos de ayudar a los quejosos crónicos suelen tener poco o ningún efecto. Lo más probable es que Peter siga absorto en los aspectos negativos de su situación, en lugar de buscar soluciones. Es lo que hace que tratar con estos quejicas crónicos sea tan exasperante.

Es mejor empezar estableciendo límites claros. Lisa debería decirle a Peter que está dispuesta a escuchar y a hablar, pero no a entablar una conversación repetitiva. Volver sobre lo mismo una y otra vez no le hace ningún bien a ninguno de los dos. Debería decirle que, aunque reconoce que se siente mal, sus constantes quejas molestan a todos en la organización. Debería reconocer que todo el mundo se queja en algún momento, pero también señalar que la mayoría de la gente lo hace con moderación y que hay una forma correcta y otra incorrecta de quejarse. Quejarse es útil en situaciones en las que cree que podría afectar a un cambio real y positivo, pero quejarse de la forma en que lo hace no es constructivo.

A continuación, Lisa debería dejar claro a Peter que estaría mucho mejor si ajustara su perspectiva. Quejarse a propósito - adoptar una postura proactiva - le dará una hoja de ruta para trascender su negatividad. Al fin y al cabo, si tiene tiempo para quejarse y lamentarse de todo lo malo que le ocurre, también debería sacar tiempo para hacer algo al respecto. Debería quejarse para arreglar y solucionar algo, no sólo para ganar simpatía.

Lisa también podría sugerir a Peter que cultive una actitud de gratitud. Siempre que sienta el impulso de quejarse, debería verlo como una bandera roja para cambiar su atención de la queja a contar sus bendiciones. Al hacerlo, podría descubrir que su estado de ánimo mejora; podría tener más energía y sentirse menos ansioso. Por supuesto, crear un cambio de comportamiento de este tipo lleva tiempo. Pero podría obtener ayuda en el camino de un entrenador o psicoterapeuta, que podría trabajar con él para explorar su tendencia a caer en el victimismo, por qué busca constantemente la validación de los demás y cómo trabajar en respuestas alternativas cuando experimenta la necesidad de quejarse.

Aunque los quejosos crónicos parezcan inofensivos en apariencia, se deben a sus colegas y a sí mismos regular su comportamiento. Con el tiempo, la gente se cansará de la negatividad. Peter tiene que darse cuenta de que la rueda que chirría no siempre se lleva la grasa. También puede ser sustituida.