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Confesiones de 1,000 Workaholicos

Carl Godfrey

Carl Godfrey

  • “Estaba en México, en medio del océano, pensando en un correo electrónico.”
  • “Me di cuenta de que había trabajado los últimos 10 fines de semana.”
  • “No podía dormir porque tenía una tarea sin terminar.”

Si te identificas con alguna de estas frases, quizá estés experimentando adicción al trabajo, que la profesora de la Universidad de Georgia y experta en sobretrabajo Malissa Clark describe como la incapacidad de desconectarte de tu empleo: llega a apoderarse de tus pensamientos y acciones, restando espacio a otros aspectos de tu vida.

Por medio de una encuesta difundida en redes sociales, pedimos a la comunidad global de HBR que describiera el momento en que se dieron cuenta de que eran adictos al trabajo y, si han dado pasos para recuperarse, que compartieran las soluciones que les funcionaron.

En más de 1 000 respuestas, lxs lectores contaron cómo el trabajo se infiltró en sus dormitorios por la noche y secuestró vacaciones que esperaban usar para descansar. Varias personas señalaron que su momento “ajá” llegó cuando advirtieron que estaban descuidando las actividades y a las personas que amaban.

Para muchxs, no se trataba de un obstáculo menor. Vari\@s dijeron que la adicción al trabajo lxs convirtió en alguien que ya no reconocían. Otr\@s comentaron que su dependencia llevó su salud mental y física al límite.

A continuación compartimos versiones ligeramente editadas de sus respuestas, agrupadas por tema.

No puedo desconectarme del trabajo

Un hilo común fue la conectividad constante. A veces se manifestaba como la necesidad de estar atados a la tecnología. “Soy adicto a revisar mi correo de trabajo todo el tiempo — días laborables, fines de semana, noches, vacaciones… literal, todo el tiempo. Odio que se me acumulen los correos”, contó Ather, gerente financiero en Dubái, EAU. Ranjeeta, asesora estudiantil en Hyderabad, India, señaló: “Empecé a contestar mis correos a medianoche”. Y un gerente regional de operaciones anónimo compartió: “Elegí salir a correr con mi teléfono del trabajo en lugar del personal por si tenían que contactarme”.

En otros casos, el problema era la imposibilidad de tomar cualquier tiempo libre. “Siempre trabajo en los feriados… incluso fuera de horario”, dijo Yosi, docente en Yakarta, Indonesia. Unx lector/a anónimx añadió: “Me llevo el trabajo a las vacaciones. No pido los días libres y prefiero pedir trabajo remoto”.

No puedo dejar de pensar en el trabajo

Para muchxs otrxs, los pensamientos laborales son constantes, aun lejos de la oficina y los dispositivos. “Incluso dormidx sueño con el trabajo”, dijo unx lector/a anónimx desde Singapur. Un/a consultor/a en Fráncfort, Alemania, confesó: “Cuando estuve solx el fin de semana y no había tareas —algo nada típico— me di cuenta de dos cosas: me sentía triste y no sabía qué hacer en su lugar”.

Varias personas contaron que pensar sin cesar en el trabajo las alejaba de actividades gratificantes y relaciones valiosas. “Evitaba actividades que disfrutaba si me alejaban de mi computadora más de 30 minutos, porque siempre temía no estar disponible si surgía un problema —incluso fuera de horario—”, recordó Terry, que trabaja en deportes y entretenimiento en Los Ángeles. “Aun cuando estaba en casa con mi familia y mis hijxs, siempre tenía algún ‘problema/solución’ laboral dando vueltas en la cabeza y se me ocurrían ideas sobre cómo interactuar con un jefe o superior”, comentó un/a docente anónimx.

Pongo el trabajo antes que a mis seres queridxs

El acto de relegar a amigxs, familia y otrxs seres queridxs en favor del trabajo apareció a menudo en las respuestas. “Empecé a alejarme de mis pasatiempos, amigxs y familia para sacar más trabajo”, dijo unx lector/a anónimx. “Estaba en una fiesta a la 1 a. m.”, contó otrx, “y tuve que ir al estacionamiento para atender una llamada de conferencia”.

Lo que pudo empezar como un hábito ocasional se convirtió en un ciclo de descuido familiar. “Me salté el concierto de primavera de mi hijo en la escuela porque tenía que terminar un trabajo urgente. Toda mi vida se ha arruinado por momentos así: siempre elijo el trabajo sobre mi vida. Siento que estoy atrapad@ en un bucle de tiempo sin salida”, admitió SJ, vicepresidente de un banco en Dallas, Texas. Barnisha, gerente de marketing en Calcuta, India, dijo: “Nunca me senté en la mesa con mi familia ni una sola comida”.

Jan, enfermera gestora de casos en Sioux Falls, Dakota del Sur, incluso se perdió los últimos momentos de vida de un progenitor. “Me sentí obligad@ a ir a la oficina para terminar unas tareas antes de visitar a mi padre en cuidados paliativos, y falleció antes de que llegara”.

Pongo el trabajo antes de cuidarme a mí mism@

La adicción al trabajo llevó a muchxs encuestadxs a desatender el autocuidado, con impactos a largo plazo en su salud física o mental.

“Priorizaba el trabajo sobre todo, incluso tareas básicas diarias como ducharme o limpiar mi casa”, dijo unx consultor/a del Reino Unido.

Telly, rector/a y CEO de una institución de educación superior, relató algo similar: “Durante la pandemia trabajaba desde casa y las últimas barreras entre trabajo y vida se desvanecieron. Un sábado me levanté del sofá para responder un correo; nueve horas después me di cuenta de que había seguido trabajando sin comer, descansar, beber ni ir al baño”.

Mairin, que trabaja en relaciones laborales en Edmonton, Canadá, volvió al trabajo demasiado pronto tras una lesión. “Quise reincorporarme… aun sin estar en condiciones. Ignoré las restricciones médicas y trabajé de más —asumiendo roles ajenos cuando la gente renunció—. Eso retrasó mi recuperación, pero aun así prioricé el trabajo”, concluyó. “Mi necesidad de demostrar mi valor es lo que me impulsa”.

Megan, gerente de propuestas TI en Arlington, Virginia, se puso en otro tipo de peligro. “No había dormido en toda la semana porque teníamos un plazo y mi jefe me presionaba para cumplirlo. Estaba agotada y hambrienta una noche, fui por comida y nunca llegué al McDonald’s porque me quedé dormida al volante. Esa experiencia me dio un susto tremendo”.

Algunxs lectorxs describieron además sustos de salud significativos.

“Hace unos meses, hubo clima severo temprano por la mañana. El camino para salir de mi vecindario estaba bloqueado por árboles caídos y no podía llegar a la oficina, donde había dejado mi laptop la noche anterior”, escribió Mike, consultor en Florida. “Cuando comprendí que no podía ir a trabajar, empecé a tener un ataque de pánico. Acababa de pasar un tornado, ¡pero yo me alteré porque no podía revisar mis correos! Ni siquiera tenía nada importante que hacer ese día”.

Un/a jefe/a de proyectos anónimx en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, compartió su devastador momento de realización: “Me desplomé en el trabajo hace dos años por varias convulsiones causadas por agotamiento total. Casi muero; aún no recuerdo el suceso, mi tiempo en el hospital ni los dos meses posteriores al alta. Supe que el trabajo había tomado el control de mi vida cuando la psicóloga me preguntó quién era y la única identidad que tenía era mi yo laboral”.

Cómo liberarte de la adicción al trabajo

Una parte de lxs lectorxs compartió recomendaciones sencillas pero útiles: por ejemplo, establecer —y cumplir— límites de tiempo, y tomar descansos, incluidas vacaciones reales. Un/a consultor/a anónimx de Nueva York programa compromisos personales inamovibles. Otrx sugirió añadir “sentirme bien y no agotadx” como métrica de éxito.

También hay pasos más grandes. Vari\@s lectorxs sugirieron dejar espacios laborales que fomentan el workaholism —o tomar un sabático, si es posible.

Lxs expertxs aconsejan experimentar con desintoxicaciones digitales (por ejemplo, esconder tu teléfono del trabajo cuando pases tiempo con tu familia) y elegir una actividad que disfrutes y agendarla cada semana. Clark ofrece varias recomendaciones prácticas, entre ellas reiniciar tu “reloj” de workaholic para dejar de subestimar cuánto tardan de verdad las tareas y estar dispuesto/a a hacer lo necesario para completarlas.

Una cosa es clara en las historias de lxs lectorxs: recuperarse de la adicción al trabajo es una lucha constante. En palabras de la jefa de proyectos cuya sobrecarga laboral derivó en convulsiones: “El camino no ha sido fácil y sigue siendo un desafío diario porque aún siento culpa al desconectarme: que no soy lo suficientemente buena y que decepciono a la gente en el trabajo. Entonces me tengo que recordar cada día que, si muero mañana, mi trabajo no importará. El negocio seguirá, pero la vida de mis seres queridxs cambiará para siempre porque me habrán perdido”.

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