Lo que la Administración Trump debe hacer en materia de sanidad
por Leemore S. Dafny, Thomas H. Lee
El 20 de enero Donald Trump jurará su cargo como 45º presidente de Estados Unidos. No está claro cómo exactamente él y el Congreso controlado por los republicanos remodelarán la política y las instituciones estadounidenses, pero su enfoque de la reforma sanitaria tendrá profundas repercusiones en la salud y el bienestar del pueblo estadounidense y en la economía del país. El objetivo declarado de Trump es derogar y sustituir la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible (Obamacare), pero aún se desconocen los detalles de su plan. No podemos permitirnos un periodo prolongado de parálisis y debate. La administración Trump debe actuar con rapidez para aplicar lo aprendido hasta ahora a un nuevo programa que aborde el coste, la calidad y la accesibilidad de la atención sanitaria.
Durante este periodo de incertidumbre, existe un riesgo real de que las empresas sanitarias y las instituciones proveedoras respondan persiguiendo fusiones y adquisiciones, haciéndose más grandes para poder mantener los beneficios tras lo que venga - o para asegurarse de que son demasiado grandes para fracasar y poder dictar las políticas que regirán sus industrias. Hacer la vista gorda ante la posibilidad de una reacción de este tipo podría socavar los esfuerzos por construir un sector sanitario eficiente y de alta calidad. Por lo tanto, la nueva administración debería comprometerse rápidamente a promover y proteger la competencia en todos los niveles de la atención sanitaria, y después concretar los detalles de su programa político.
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Los principios generales del camino a seguir por la nueva administración están claros. En nuestro artículo “La atenciónsanitaria necesita competencia real”, del próximo número de diciembre de 2016 de Harvard Business Review, describimos cinco catalizadores que pueden acelerar el avance hacia un mercado de la atención sanitaria impulsado por la competencia y orientado al valor, que atienda las necesidades de los pacientes, controle los costes y recompense a los proveedores que puedan innovar y ejecutar. Estos son: (1) orientarse en torno a la satisfacción de las necesidades de los pacientes; (2) crear opciones en todos los niveles de la atención, desde la selección de productos de seguros y proveedores por parte de los consumidores hasta la elección de centros por parte de los médicos para la atención de sus pacientes; (3) poner fin a las recompensas basadas en el volumen de servicios prestados; (4) estandarizar los métodos de pago por valor; y (5) hacer transparentes los informes sobre los resultados de la atención sanitaria para que los pacientes, los proveedores y las aseguradoras puedan calibrar y comparar fácilmente el rendimiento clínico.
En nuestro artículo describimos estos catalizadores y sus implicaciones para los principales stakeholder de la atención sanitaria, incluidos los proveedores, las aseguradoras privadas, los empleadores y los pacientes. Aunque todas las partes interesadas desempeñan un papel en la expresión de estos catalizadores, la historia de la atención sanitaria demuestra que lo que hagan las partes interesadas depende enormemente del liderazgo que ejerza el gobierno federal.
En primer lugar, está el papel del gobierno como regulador, incluida su labor vital de protección y fomento de la competencia. La Comisión Federal de Comercio y la División Antimonopolio del Departamento de Justicia tienen el mandato de hacer cumplir la ley de competencia, pero los recursos asignados a estas agencias no han aumentado al mismo ritmo que el volumen de fusiones sanitarias y prácticas anticompetitivas (supuestas o reales). Aumentar la financiación de estos organismos es una sabia inversión a largo plazo en la productividad del sector sanitario. Un sector poco competitivo genera precios elevados y reduce el incentivo para innovar.
En segundo lugar, el gobierno federal tiene una enorme influencia como pagador. Medicare y Medicaid deberían acelerar su rediseño en torno al primero y al tercero de los catalizadores anteriores, alejándose rápida y completamente de la recompensa del volumen sobre la base de honorarios por servicio y acercándose a la recompensa de una atención organizada en torno a la satisfacción de las necesidades de los pacientes. La nueva administración no debería dar marcha atrás en sus objetivos actuales de, para finales de 2018, cambiar la mitad de los pagos de Medicare en concepto de pago por servicio a modelos alternativos que recompensen explícitamente el valor.
Para centrar a los proveedores de atención sanitaria en el valor para los pacientes y no en el volumen de servicios, Medicare y Medicaid deberían continuar su labor de desarrollo y aplicación de mecanismos de pago innovadores. Un ejemplo de liderazgo federal en este ámbito es el programa de Atención Integral para la Sustitución de Articulaciones (CJR, por sus siglas en inglés) de Medicare, según el cual los hospitales de 67 regiones reciben una suma global por todo el episodio de atención que implique sustituciones totales de cadera y rodilla. Con CJR, Medicare ha hecho obligatoria una importante iniciativa de pagos agrupados en gran parte del país, y va a ampliar este enfoque a otras afecciones el año que viene. En las organizaciones de proveedores, la conversación ya no es si organizar o no los pagos agrupados para estas afecciones, sino cómo hacerlo. Pocos o ningún otro pagador podría impulsar este cambio de actitud. Los programas de seguros patrocinados por el gobierno federal pueden y deben seguir haciendo uso de su peso para remodelar el sistema de prestación.
Por último, el gobierno federal debería colaborar con los gobiernos estatales y otros stakeholders para estandarizar los detalles técnicos de los pagos basados en el valor y fomentar la transparencia sobre los resultados que importan a los pacientes como táctica para impulsar la competencia en materia de calidad. Los grandes rasgos de cómo pueden y deben funcionar los modelos de pago alternativos están siendo definidos por la Red de Aprendizaje y Acción sobre Pagos Sanitarios, el grupo de múltiples partes interesadas encargado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Si se sigue trabajando para definir las reglas por las que debe regirse “el juego”, la nueva administración podrá centrar a los proveedores en la innovación y el rendimiento, en lugar de en los contratos y las tácticas de negociación.
Las elecciones han terminado y los republicanos ocupan tanto la Casa Blanca como el Congreso. Ha llegado el momento de que la política partidista deje paso a una buena política sanitaria. Al desarrollar políticas que abracen la competencia, la nueva administración tiene la oportunidad de impulsar la innovación y la productividad en este sector tan amplio y de vital importancia. Hay un camino a seguir, e identificarlo requiere un verdadero liderazgo a nivel federal.
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