Para arreglar la atención médica, haga las preguntas correctas
por Henry Mintzberg
Arreglar la atención médica estadounidense nunca iba a ser fácil, pero algunos mitos persistentes lo han hecho más difícil de lo que debería ser. El primer mito es que el sistema está fallando. En realidad, está teniendo éxito, pero de una manera cara: gracias a los costosos tratamientos, las personas viven más tiempo. El problema es que, como sociedad, los Estados Unidos no quieren pagar las primas o los impuestos necesarios para apoyar esos tratamientos. Otro mito es que los costes se pueden controlar gestionando la atención médica más como un negocio y fomentando una mayor competencia. En los Estados Unidos, la atención médica ya es más comercial y competitiva que en cualquier otro lugar. Sin embargo, los costes allí son los más altos del mundo, con diferencia, y la calidad de la atención es extremadamente desigual.
Sin embargo, el sistema de salud podría beneficiarse si adoptara prácticas exitosas que ya se utilizan, prácticas que se basen en una buena gestión (aunque no se ajusten a las caricaturas de «competitivo» y «empresarial»). Estas son algunas que vale la pena tener en cuenta:
Busque en las personas sobre el terreno, no en expertos externos, ideas para mejorar realmente.
Los administradores, economistas y consultores que creen entender los problemas conceptualmente no deberían imponer soluciones a los médicos de todo tipo que tienen que hacer frente a los problemas de forma tangible. Este último debe tomar la iniciativa a menudo (trabajando con el primero) en el desarrollo de soluciones. Una mejora drástica de los últimos tiempos, que no solo redujo los costes sino que también mejoró la atención, fue la introducción de las cirugías ambulatorias. Esta innovación provino de médicos en ejercicio que vieron una manera mejor de organizar su trabajo, no de que los administradores trataran de reducir costes.
Cree comunidades que involucren a las personas en lugar de jerarquías convencionales que las controlen.
Esto no es tan difícil como parece si reconoce que la atención médica, en el mejor de los casos, es una vocación, no un negocio. ¿Por qué otra razón los médicos, enfermeras y otros cuidadores se someterían a un trabajo tan presionado, rodeados de tanta miseria humana? Su compromiso es profundo, pero necesita el apoyo de sus instituciones. Pensemos en la Clínica Mayo, donde durante muchos años a los médicos se les han pagado salarios fijos en lugar de honorarios por los servicios individuales. Este consultorio reduce los costes, ya que elimina los incentivos para sobretratar; crea una sensación de propósito y compromiso compartidos con la institución más que con el tratamiento; y apoya una cultura que centra las necesidades de los pacientes y no la comodidad de los médicos.
Deje de debatir las ventajas de la gobernanza pública frente a la privada.
Este debate enfrenta la eficiencia del sector privado con la igualdad del sector público. ¿Qué país puede ignorar ninguno de los dos? Pero más concretamente, no necesitamos elegir siempre entre las dos. Un 70% de los hospitales estadounidenses, incluidos los más famosos, no son públicos ni privados. Forman parte del sector social, no son propiedad de nadie. Lo mismo ocurre con muchas HMO importantes, como Kaiser Permanente.
Fomentar una mayor colaboración.
Lo que llamamos nuestro sistema de salud es principalmente un conjunto de tratamientos para problemas médicos; necesitamos crear sistemas genuinos que promuevan la salud y traten las enfermedades. Para ello, necesitamos más cooperación, no más competencia. En el cuidado de la salud, lo que llamamos competencia equivale principalmente a la individualización, ya que todas las personas, profesiones e instituciones buscan el número uno. Una excepción es Kaiser Permanente, que es un sistema auténtico. Dedica un esfuerzo considerable a mantener a sus suscriptores sanos, detecta cualquier problema a tiempo y exige que los médicos que tratan a los pacientes con diagnósticos complicados trabajen juntos. Si una institución puede hacer esto para 9 millones de personas, seguro que otras pueden hacerlo para el resto de la población. Podemos lograr un cambio fundamental en este turbulento campo abriendo los ojos a sus focos de éxito.
Para crear sistemas genuinos que promuevan la salud y traten las enfermedades, necesitamos cooperación, no competencia.
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