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Organizational restructuring

La cura para los jefes horribles

por Rosabeth Moss Kanter

En la reciente comedia cinematográfica Jefes horribles, tres gerentes realmente espantosos hacen que la vida de sus empleados sea miserable. La primera es un ejecutivo cruel que cuelga un ascenso delante de un subordinado como cebo, solo para arrebatárselo una vez que se cumplen sus estúpidas demandas. El segundo es un malvado adicto a la cocaína que hereda el negocio familiar de su amablemente fallecido padre. La tercera es una ortodoncista que acosa sexualmente a su asistente y la amenaza con decirle a su novia que es su culpa.

Las víctimas de la película no pueden dejar de fumar. Necesitan los trabajos. En cambio, redactan planes elaborados y absurdos para eliminar a los jefes.

En la vida real, los jefes horribles son materia de tragedia, no de comedia. El descontento laboral no es broma. Algunas encuestas muestran que hasta la mitad de los trabajadores estadounidenses sienten niveles bajos de compromiso laboral, lo que se debe en parte a una mala gestión.

No son los insultos los que causan el mayor daño, sino la insensibilidad con respecto al tiempo de la gente. Los jefes horribles quieren el control. Esperan que los subordinados estén de guardia las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y que cumplan plazos poco realistas con recursos limitados. Cuando se entrega el producto de trabajo, los jefes horribles pueden ignorarlo durante largos intervalos, dejando claro que la fecha límite era artificial y que el estrés era innecesario.

Para minimizar el impacto de los pésimos jefes, las empresas pueden asegurarse de que las evaluaciones del desempeño se basen en medidas objetivas, no subjetivas. Pueden examinar las tareas y las cargas de trabajo para comprobar su relevancia e imparcialidad. Pueden ofrecer formación para enseñar un comportamiento respetuoso. Pueden vigilar el acoso sexual y hacer de la flexibilidad un derecho. Pero los procesos formales solo llegan hasta cierto punto. Los empleados a veces se encuentran en una situación peor cuando utilizan los mecanismos oficiales de quejas.

La mejor cura para los jefes horribles son las relaciones y la colaboración alternativas. Las organizaciones que fomentan relaciones sólidas y multidimensionales entre sus colegas debilitan el control de un solo jefe autocrático. Hacen que sea más probable que los pecados de los horribles jefes queden expuestos a otros que puedan detenerlos.

Los grupos atrapados en un espectáculo de terror pueden acabar con la miseria si se unen para centrarse en las metas y mostrar compasión unos por otros. Jane Dutton, de la Universidad de Michigan, líder del movimiento de la psicología positiva, ha demostrado que los simples gestos de cariño pueden humanizar el lugar de trabajo y aumentar los niveles de rendimiento.

Otra buena manera de neutralizar a los jefes horribles es centrarse en la misión y ayudar a los que lo rodean a triunfar. Su empresa envió a un gerente al que llamaré Pierre para dirigir un cambio, como director de operaciones, de una filial con bajo rendimiento en un país en desarrollo. El CEO del país era imperialista y antagónico. Le dio a Pierre una oficina en el sótano sin personal y procedió a ignorarlo. Los jefes corporativos de Pierre le dijeron que lo arreglara. Tras unos días de depresión, Pierre decidió mudarse a la pequeña oficina de al lado del CEO y buscar su propio asistente ajeno a la empresa, alguien sin antecedentes ni lealtad al CEO.

Luego siguió adelante con la construcción de relaciones. Identificó a los mejores de la unidad y pensó que serían los más independientes del poder del CEO. Se reunió con ellos en grupos pequeños y les proporcionó abundantes datos de rendimiento e ideas para hacer crecer la empresa. Pronto estuvieron liderando a sus compañeros en la creación de cambios. El horrible jefe no pudo controlar a Pierre ni pudo detener el impulso. El jefe quedó impotente por su irrelevancia y, más tarde, lo despidieron por corrupción.

En la película, los tres amigos se ayudan unos a otros y los horribles jefes caen sobre sus propias espadas. La vida real no es tan dramática ni entretenida. Aun así, una verdad subyacente es cierta: la mejor cura para los jefes horribles son los colegas maravillosos.

No son los insultos los que causan el mayor daño, sino la insensibilidad con respecto al tiempo de la gente.