¿Debería aceptar esa tarea?
por Steven DeMaio
Una de mis primeras entradas de blog, «Cómo aprendí a decir que no», tenía que ver con darme el permiso para rechazar solicitudes relacionadas con el trabajo durante mi tiempo, a pesar de que era natural (¿me atrevería a decir «precipitado»?) el instinto es decir que sí. Desde entonces, como profesor a tiempo parcial y editor y escritor autónomo, me ha ido bastante bien decir no a los proyectos cuando debería y he mejorado mi proceso para decidir si sí o no es la respuesta correcta para una nueva tarea. Esto es lo que he aprendido a hacer:
1. Entreviste a la oferta, no solo a la persona que la hace. Pocas personas aceptan una oportunidad sin preguntarle primero a la persona que la ofrece qué espera en términos de compromiso de tiempo, plazos y otros fundamentos. Sin embargo, lo que importa igual es mantener un diálogo personal con el propio proyecto. Eso no significa hablar con un objeto inanimado o una abstracción, pero sí que significa imaginarse haciendo el trabajo día tras día antes de decir que sí. Por ejemplo, ¿la idea de abordar el proyecto muchas piezas móviles lo marean o, por otro lado, ¿su falta de pasos discretos parece una receta para procrastinar? En resumen, mire la oferta a los ojos y pregunte: «¿Me gusta de verdad?»
2. Identifique lo que está en juego con las partes interesadas. «¿Quiénes son las partes interesadas?» es una pregunta obvia a la hora de decidir si aceptar un nuevo trabajo. Necesita saber qué personas invierten en los resultados y con quién se enfrentará día a día (no siempre las mismas personas). Sin embargo, la tendencia es suponer que una vez que se identifican las personas clave y sus funciones y títulos, el resto queda claro. A menudo eso no es así. Lo que quieren las partes interesadas fuera de un proyecto a veces no coincide, ni siquiera complementa, las funciones oficiales que desempeñan. De hecho, esa podría ser la razón por la que se le pide a alguien nuevo, a usted, que intervenga. Este tipo de información es, sin duda, relevante para la forma en que debe realizarse el trabajo y, por lo tanto, puede afectar a su decisión de hacerlo o no.
3. Conozca la historia y evalúe el futuro. Cualquier proyecto, incluso uno aparentemente nuevo, tiene una historia, un conjunto de circunstancias que lo llevaron a donde está hoy. Obtener información básica sobre eso y sobre hacia dónde se dirigen las cosas es esencial para entender el panorama general y decidir si debe participar. Por ejemplo, puede que esté dispuesto a hacer trabajos gruñidos y poco edificantes que, en última instancia, se utilizarán en un producto que le parezca intrigante. Pero también puede que dude en trabajar en la próxima evolución aerográfica de algo con un pasado accidentado.
4. Mire toda su paleta. La variedad de cosas en las que participe en un momento dado pueden afectar a las demás cosas a las que se apunte. Está claro que el tema más importante es el tiempo, pero ese no es el único factor. Por ejemplo, puede decidir a favor o en contra de un compromiso en función de variedad: ¿Estoy haciendo demasiado de lo mismo ahora mismo o, quizás, demasiados tipos diferentes de cosas? Esa pregunta puede parecer autocomplaciente a primera vista, pero las realidades de la monotonía, por un lado, o de la sensación de dispersión, por otro, pueden tener consecuencias muy prácticas.
¿Cuáles son sus criterios para decidir si dice sí o no a una nueva tarea?
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