Programe un descanso de 15 minutos antes de agotarse
por Ron Friedman
Cuando corre a 90 millas por hora, lo último que quiere hacer es bajar el ritmo.
Así es como se siente en esos días estimulantes en los que está completamente concentrado, arrasando con su lista de tareas pendientes, acumulando logros. Sólo quiere seguir adelante.
Puede que también le preocupe que, si se toma un descanso, pierda el impulso y le resulte imposible recuperar el paso.
Pero la investigación nos dice lo contrario. Los estudios demuestran que tenemos una capacidad limitada para concentrarnos durante periodos de tiempo prolongados, y aunque no tengamos práctica en reconocer los síntomas de la fatiga, éstos descarrilan inevitablemente nuestro trabajo. Por muy comprometidos que estemos en una actividad, nuestro cerebro se cansa inevitablemente. Y cuando lo hacen, los síntomas no son necesariamente evidentes. No siempre bostezamos o sentimos que cabeceamos. En cambio, nos volvemos más [vulnerables a las distracciones](http://psycnet.apa.org/psycinfo/2012-04928-001/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed:%20apa-journals-ofp-apl %28Online First Publication: Journal of Applied Psychology%29&utm_content=Google Reader).
Considere lo que ocurre en el transcurso de un día típico en la oficina. A primera hora de la mañana es cuando la mayoría de nosotros estamos más espabilados, pero a medida que avanza el día, inevitablemente perdemos fuelle. Y es en ese momento cuando nos dejamos seducir más fácilmente por el atractivo de los vídeos virales, los cotilleos de famosos y las redes sociales. Un estudio reciente examinó la hora del día en que los usuarios de Facebook son más propensos a publicar actualizaciones. ¿El hallazgo? El uso de Facebook aumenta desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, desciende ligeramente durante el almuerzo y alcanza su punto máximo a las 3 de la tarde, la hora precisa en la que muchos de nosotros estamos más fatigados.
Aunque el cansancio a lo largo de la jornada laboral no se puede evitar, sí se puede mitigar. Los estudios demuestran que las pausas esporádicas reponen nuestra energía, mejoran el autocontrol y la toma de decisiones e impulsan la productividad. Dependiendo de cómo las empleemos, las pausas también pueden aumentar nuestra atención y hacernos más creativos.
Un estudio de 2011 publicado en Cognition destaca otra ventaja de las pausas esporádicas que rara vez tenemos en cuenta: la reactivación de objetivos. Cuando se trabaja continuamente en una tarea, es fácil perder la concentración y perderse en la maleza. Por el contrario, tras un breve intermedio, retomar la tarea donde la dejó le obliga a tomarse unos segundos para pensar globalmente en lo que intenta conseguir en última instancia. Es una práctica que nos anima a permanecer atentos a nuestros objetivos y, como informan los autores del estudio, contribuye de forma fiable a mejorar el rendimiento.
El reto, por supuesto, es encontrar el tiempo para alejarse durante 15 minutos, o -incluso cuando tenemos tiempo- conseguir alejarnos del ordenador preventivamente, antes de que nos agotemos. Un enfoque que puede ayudar consiste en bloquear en su calendario un par de intermedios planificados de 15 minutos, uno a media mañana y otro a media tarde.
A continuación, encuentre algo activo que pueda hacer con este tiempo y anótelo en su calendario. Dé un paseo, estírese mientras escucha una canción o salga con un compañero de trabajo a tomar un tentempié. Si estas actividades le parecen demasiado pasivas, aproveche el tiempo para hacer un recado. Lo fundamental es alejarse del ordenador para que su concentración se relaje y su mente se distraiga. (Así que no, consultar Facebook no cuenta).
Por último, observe su nivel de energía cuando regrese. Seguro que se siente vigorizado, tanto porque ha permitido que su cerebro descanse un poco como porque el movimiento físico ha elevado su ritmo cardíaco.
Si esto le parece un abandono del deber, recuérdese que el cerebro humano no está hecho para una concentración prolongada. Durante gran parte de nuestra historia evolutiva, la concentración elevada era necesaria en ráfagas cortas, no en maratones de todo un día. Nuestras mentes evolucionaron para llamar la atención cuando nos encontrábamos con un depredador, manteniéndonos alerta el tiempo suficiente para asegurar nuestra supervivencia. Sin embargo, hoy en día, esperamos mucho más de nosotros mismos de lo que siglos de evolución nos han diseñado para hacer.
En última instancia, la pregunta que deberíamos hacernos no es si merece la pena tomarse descansos - sabemos que sí. Es cómo podemos asegurarnos mejor de que realmente tienen lugar.
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