Cómo detener el juego de la culpa
por Nathanael J. Fast
Los legisladores interrogaron esta semana a los ejecutivos de las tres compañías que estuvieron en el centro del reciente y masivo derrame de petróleo en el Golfo en investigaciones consecutivas del Senado. Sin embargo, en lugar de aceptar la responsabilidad, se cayeron unos sobre otros en un intento de echarse la culpa. Nadie quedó impresionado.
Jugar al juego de la culpa nunca funciona. Una investigación exhaustiva muestra que las personas que culpan a los demás por sus errores pierden estatus, aprenden menos y obtienen peores resultados en comparación con quienes reconocen sus errores. Las investigaciones también muestran que lo mismo ocurre con las organizaciones. Los grupos y las organizaciones con una cultura de culpa desenfrenada tienen una grave desventaja en lo que respecta a la creatividad, el aprendizaje, la innovación y la asunción de riesgos productivos.
Por eso, crear una cultura de seguridad psicológica es una de las cosas más importantes que puede hacer un líder.
Pero esto no es fácil, y algunos hallazgos recientes ofrecen otra razón: culpar es contagioso. Un conjunto de estudios recientes realizada en colaboración con Larissa Tiedens, de la Escuela de Posgrado de Negocios de Stanford, demostró que el simple hecho de estar expuesto a que otra persona cometiera la culpa por un error bastaba para que la gente se diera la vuelta y culpara a otros por fracasos completamente ajenos. Esto es diferente del fenómeno de «patear al perro», en el que es más probable que una persona culpe a la persona que está por debajo de ella en la jerarquía cuando un superior le culpa a ella misma. En cambio, parece que todo lo que tiene que hacer para «atrapar» el virus de la culpa es exponerse a que otra persona pase la bola.
¿Cómo ocurre esto? Nuestros hallazgos, publicados en el Journal of Experimental Social Psychology, demostraron que el contagio de objetivos funciona. El «germen» que se propaga es el objetivo de proteger la imagen de uno mismo. Cuando la gente observa a otros proteger su ego, se propaga. Se descartaron el estado de ánimo y el aprendizaje social como explicaciones alternativas.
Estos hallazgos significan que la culpa se puede propagar de forma viral. Afortunadamente, también ofrecen información sobre cómo evitar que se difunda la culpa en la organización. Estas son algunas medidas prácticas que puede tomar:
- No culpe a los demás por sus errores. La tentación es enorme de señalar con el dedo a otra parte cuando se comete un error. Resista. No solo se ganará el respeto y la lealtad de sus seguidores, sino que también ayudará a evitar que surja una cultura de la culpa.
- Cuando culpe, hágalo de manera constructiva. Hay veces en las que los errores de las personas realmente necesitan salir a la luz en público. En estos casos, asegúrese de destacar que el objetivo es aprender de los errores, no humillar públicamente a quienes los cometen.
- Dé el ejemplo asumiendo con confianza la responsabilidad de los fracasos. Nuestros hallazgos mostraron que la culpa era contagiosa, pero no entre quienes se sentían seguros psicológicamente. Así que trate de fomentar una sensación crónica de seguridad interior para reducir las probabilidades de que arremeta contra los demás.
- Céntrese siempre en aprender. Crear una cultura en la que la máxima prioridad sea aprender, en lugar de evitar los errores, ayudará a garantizar que las personas se sientan libres de hablar de sus errores y aprender de ellos.
- Recompense a las personas por cometer errores. De hecho, algunas empresas están empezando a incentivar a los empleados a cometer errores, siempre y cuando los errores puedan enseñar valiosas lecciones que conduzcan a la innovación futura.
Natanael Fast es profesor adjunto de Administración y Organización en la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California.
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