Cómo mantienen su poder los jefes ávidos de poder
por
Tomasz Walenta
Es un comportamiento establecido en el reino animal: los chimpancés que están en lo más alto de la jerarquía suelen ser hostiles hacia los miembros de menor rango que podrían ser lo suficientemente poderosos como para desafiar su autoridad, y dividen a los subordinados para evitar que formen alianzas.
Nueva investigación muestra que algunos jefes humanos hacen lo mismo.
Charleen Case y Jon Maner, investigadores de la Kellogg School de Northwestern, encuestaron a estudiantes universitarios para identificar a las personas a las que les gusta ejercer autoridad sobre los demás. Luego demostraron que cuando esas personas se sentían inseguras con respecto a sus posiciones, trataban de impedir que «subordinados» altamente cualificados crearan vínculos y entablaran relaciones de cooperación. Cuando se les pidió que eligieran la disposición de los asientos, por ejemplo, estos líderes separaron a los subordinados más capaces de todas las demás personas. Al hacerlo, bloquearon los tipos de interacciones entre pares que fomentan el éxito del grupo, a pesar de que se les había dicho que la cooperación entre los subordinados mejoraría el desempeño del grupo.
Estas conclusiones se refieren específicamente a los directivos que están «motivados por el dominio» y ocupan puestos de liderazgo «inestables», por ejemplo, situaciones en las que los subordinados tienen el poder suficiente para destituirlos. Pero son más relevantes en términos generales. Como señalan los investigadores, la mayoría de los líderes están motivados, al menos en parte, por el dominio, aunque los impulsen más otros factores, como el deseo de ser apreciados. Y muchos, si no la mayoría, de los puestos de liderazgo parecen inestables para las personas que los ocupan.
Las empresas pueden tomar varias medidas para limitar la tendencia de los directivos a volver al modo chimpancé alfa. En primer lugar, pueden aumentar la responsabilidad. En el estudio de Case y Maner, las acciones de los líderes eran invisibles para todos, excepto para los investigadores y los propios líderes; dejar que los superiores, sus compañeros y los subordinados vieran lo que estaba sucediendo puede ayudar a mantener a raya a los gerentes, afirman los investigadores. En segundo lugar, las empresas pueden institucionalizar la comunicación entre sus subordinados, organizando reuniones permanentes, por ejemplo.
En tercer lugar, dado que incluso los líderes motivados por el dominio tienen más probabilidades de tomar buenas decisiones cuando sus equipos compiten contra otros grupos, las empresas podrían organizar competiciones amistosas entre equipos. En cuarto lugar, pueden tratar de garantizar que los directivos se sientan seguros en sus puestos. No hay nada más peligroso para la cohesión del grupo que un gerente que se siente amenazado.
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