Abajo los malos y arriba con los buenos
por Barbara Kellerman
Ha sido una gran semana para aquellos de nosotros que tenemos la intención de detener a los malos líderes, y una semana igual de excelente para aquellos de nosotros que tenemos la intención de apoyar a los buenos líderes.
En primer lugar y, por último, más de diez años después de que el Tribunal Penal Internacional de La Haya lo acusara de criminal de guerra, Radovan Karadzic fue arrestado. Llevo años escribiendo y hablando de este hombre. De hecho, en mi libro, Mal liderazgo, lo usé como ejemplo de «liderazgo malvado», porque no cabe duda de que durante las guerras balcánicas de la década de 1990, fue responsable de la muerte de miles de personas, más obviamente en relación con la masacre (de unos 8.000 musulmanes bosnios) en Srebrenica.
El tribunal ha acusado a Karadzic de genocidio y otros delitos. Y Richard Holbrooke, el exfuncionario del Departamento de Estado que negoció una especie de paz en los Balcanes, lo describió como «el peor», un creyente racista, al que «le gustaba mucho ordenar el asesinato de musulmanes».
La pregunta que me hacía a menudo era ¿por qué no se llevó a este hombre ante la justicia? Al fin y al cabo, no estaba escondido en una cueva en algún lugar de la frontera entre Pakistán y Afganistán. Todo lo contrario, de alguna manera todo el mundo sabía, o al menos sospechaba firmemente, que Karadzic estaba cerca de su casa, quizás fuera de la vista, pero aun así, en algún lugar cercano. Ahora sabemos que la mayoría de las veces estaba muy cerca, disfrazado por una barba blanca y un atuendo distintivo, pero sin embargo estaba fuera de casa y era casi imposible de identificar. Así que incluso ahora me pregunto cómo fue que pasó una década completa durante la cual Karadzic pudo evitar que lo atraparan. ¿Es la idea de alguien de que el castigo se ajuste al crimen?
En una línea similar, aunque la evolución es menos dramática, está frenando al tirano Robert Mugabe desde hace mucho tiempo. Tras todo el alboroto (incluso por parte de este bloguero) sobre el robo de las elecciones en Zimbabue, por no hablar de sus catastróficas circunstancias en general, se anunció que Mugabe había accedido a entablar conversaciones para compartir el poder con su antiguo rival, el líder de la oposición, Morgan Tsvangirai. El acuerdo entre los dos hombres lo negociaron personas ajenas y es, en el mejor de los casos, frágil, tanto preliminar como provisional. Aun así, es algo y es mejor que nada, mejor que un miserable punto muerto o, por el cielo, que permitir que Mugabe siga gobernando con mano de hierro.
Sin embargo, la comunidad internacional cometería un error si se echara atrás, dejara de mantener una estrecha vigilancia. Los malos líderes nunca dan marcha atrás por voluntad propia. Hay que mantener los pies en el fuego sin falta, por eso hay que vigilar a Mugabe en todo momento, para que no vuelva, como haría si pudiera, a los malos tiempos.
Por último, es hora de acentuar lo positivo, de arrojar luz sobre un hombre llamado Peter Singer. Singer es el líder más importante e influyente de todos los tipos: es un líder intelectual. Filósofo de profesión, en 1975 Singer publicó un libro titulado Derechos de los animales. El impacto de esta obra, por descabellado que parecieran sus ideas en su momento, ya es imposible sobreestimar. El movimiento por los derechos de los animales es uno de los movimientos sociopolíticos más importantes de nuestra historia reciente. Su impacto se ha producido en todo el mundo y en la forma en que hacemos negocios, en lo que legislamos y en la forma en que concebimos las criaturas distintas de las humanas.
Por supuesto, Singer no logró todo esto solo. Ha contado con la ayuda y la complicidad de innumerables activistas, encabezados, entre otros, por la formidable Ingrid Newkirk, directora desde hace mucho tiempo de People for the Ethical Treatment of Animals (PETA). Uno de sus triunfos colectivos más importantes se produjo hace apenas una o dos semanas: la aprobación en España de una resolución que concedía a los grandes simios algunos derechos legales.
Basta con decir que sea cual sea su opinión sobre los derechos de los animales y sobre hasta qué punto deberían ampliarse, vale la pena recordar que algunos animales no humanos no son tan diferentes de usted y de mí. Los grandes simios, en particular, están muy cerca biológicamente de los humanos: los chimpancés y los humanos tienen en común el 98 por ciento de su ADN. Así que una reverencia a Singer, el líder, que da pruebas positivas de que no hay nada tan poderoso como una gran idea cuyo momento ha llegado.
Nota personal: Después de haber blogueado con regularidad durante el último medio año, este es, por el momento, mi último post. (Es hora de dedicarme a todo volumen a mi próximo libro.) Gracias a todos los que leyeron lo que escribí y especialmente a los que me respondieron. ¡Hasta la próxima vez!
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