La mala apuesta de China en materia de medio ambiente
por Elizabeth Economy
Era un momento para que los chinos lo saborearan. Durante casi dos años, habían pedido a Beijing que tomara medidas en relación con la crisis de contaminación del aire. Los sitios web estaban repletos de imágenes y datos que documentaban los aterradores costes sanitarios y económicos de la contaminación: una caída en la esperanza de vida de 5,5 años en el muy contaminado norte del país y unos 112 000 millones de dólares en costes laborales y de atención médica en 2005. Los expertos y los ciudadanos compartieron información, expresaron sus puntos de vista en las encuestas y exigieron un cambio. Finalmente, en septiembre de 2013, ante el creciente descontento social, el primer ministro Li Keqiang anunció un nuevo y radical plan para tratar de abordar los problemas de calidad del aire del país.
El activismo medioambiental en China no es nuevo. Durante casi dos décadas, el medio ambiente ha estado a la vanguardia del desarrollo de la sociedad civil. Hay más de 3500 organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientales registradas formalmente —y al menos esa cantidad no está registrada— en todo el país. Los ciudadanos chinos protestan rutinariamente contra las prácticas ambientales de los gobiernos locales. En 2013, el medio ambiente superó la expropiación ilegal de tierras como la principal fuente de malestar social en el país.
Sin embargo, a pesar de este historial de activismo ciudadano, el anuncio de política del primer ministro Li Keqiang destaca por ser una de las primeras veces en que el gobierno central responde directamente a la presión popular, y puede que sea una de las últimas en algún tiempo. No es nada seguro que esta victoria del poder popular chino se repita en un futuro próximo.
En lugar de aceptar estas señales de una mayor participación política, el presidente Xi Jinping y el resto de los nuevos líderes de China están trabajando para restringir a la sociedad civil. Han apuntado a Internet, aprobación de reglamentos limitar la capacidad del pueblo chino de compartir información y para socavar la influencia de los blogueros multimillonarios más populares del país (incluidos algunos que participan en campañas de aire limpio).
Los líderes de China también han tomado medidas para contener el papel de las ONG medioambientales mediante la promoción de una enmienda a la ley de protección ambiental de China que prohibir a esos grupos entablar demandas contra los contaminadores. Si tiene éxito, solo 13 organizaciones en todo el país podrán iniciar demandas ambientales ante los tribunales. Como el mejor abogado medioambiental de China, Wang Canfa, ha anotado, el reglamento «lleva los litigios públicos a un callejón sin salida».
Esto no significa que toda la sociedad civil esté muerta. Las ONG medioambientales siguen trabajando en una serie de temas políticamente neutrales, como la educación ambiental y la eficiencia energética. Y el pueblo chino sigue saliendo a las calles para protestar contra los proyectos dañinos para el medio ambiente. Durante la segunda mitad de 2013, por ejemplo, los ciudadanos chinos obligaron a los gobiernos locales a cancelar una serie de proyectos a gran escala, entre ellos una planta de carbón de 2000 MW, una planta de procesamiento de uranio, y un incinerador. Sin embargo, a medida que el nuevo gobierno socava los cimientos de la sociedad civil, no está claro cuánto tiempo más tolerarán los funcionarios este tipo de manifestaciones.
A medida que China vaya resolviendo su camino a seguir, el resto del mundo será en gran medida un espectador, pero no sin que haya mucho en juego en el resultado. Hay entusiasmo ante la perspectiva de que la nueva dirección reconozca la importancia del medio ambiente. Este reconocimiento podría traducirse en mayores oportunidades para las multinacionales que participan en la labor de protección ambiental, nuevas asociaciones para las ONG internacionales y nuevos compromisos con los desafíos ambientales mundiales, como el cambio climático.
Pero a un nivel más profundo, los líderes de China parecen estar apostando a que su enfoque de la gobernanza ambiental (de arriba hacia abajo, mando y control) puede funcionar. También apuestan a que desarrollar los fundamentos de una buena gobernanza ambiental (la transparencia, el estado de derecho y la responsabilidad oficial) representa un riesgo demasiado grande. Esa ha sido la apuesta durante más de 60 años. Cuesta creer que los líderes de China piensen que donde están ahora con respecto a este tema es donde realmente quieren estar.
La próxima gran transición de China
Un HBR Insight Center
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