Un manifiesto para las escuelas B
por Rakesh Khurana and Scott Snook
«Dados los titulares recientes sobre los fracasos de su escuela a la hora de educar a líderes éticos», uno de nuestros hijos preguntó hace poco: «¿Por qué sigue enseñando allí?»
Era una pregunta difícil, que exigía las respuestas más sinceras. La respuesta fue más o menos así: «Porque creo profundamente en la noble visión. Está inscrito en una tablilla de la Biblioteca Baker de la Escuela de Negocios de Harvard: «Para promover el conocimiento y la integridad en el arte de las finanzas, la industria y el comercio…»
Tras la peor crisis económica de este país desde la Gran Depresión, recuperar y promover tanto el conocimiento como la integridad no será fácil. Tras años de crecimiento explosivo y éxito desenfrenado, las escuelas de negocios se han alejado de los nobles objetivos establecidos por sus fundadores. Seducidos por el éxito de nuestros exalumnos, la belleza de nuestros brillantes campus, el tamaño de nuestras dotaciones y la extraordinaria calidad y las ambiciones de nuestros estudiantes, hemos perdido el rumbo. Al mismo tiempo, tenemos una oportunidad única de recuperar la superioridad moral.
La crisis actual nos brinda a los académicos de negocios el mejor momento de aprendizaje. En particular, necesitamos aprender más —mucho más— sobre la gestión de riesgos, el papel de los incentivos y la reforma regulatoria. Al mismo tiempo, también nos enfrentamos a un momento de enseñanza. Responder a El ensayo de Joel Podolny, profesor Joe Badarraco dijo que la gestión empresarial es una gran vocación. «La gestión, en todas sus formas, es una actividad fundamental de las sociedades modernas, que moldea profunda e inevitablemente los medios de vida y las vidas de la mayoría de las personas en el mundo», escribió. «Los mejores programas de MBA y los mejores profesores de MBA con un impacto real se asegurarán de que sus alumnos entiendan esta extraordinaria responsabilidad y oportunidad».
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Entonces, ¿qué debemos hacer los académicos de negocios para responder mejor a esta vocación? A cambio de la autonomía y la libertad académica que la sociedad nos concede, necesitamos:
1) Sean proveedores honestos de la verdad. Debemos presentar argumentos sólidos y tener claro lo que sabemos y lo que no. Tenemos que reconocer la diferencia entre la verdad y la sofistería y valorar lo primero por encima de lo segundo. Como investigadores, tenemos que entender que el compromiso con la verdad no significa que poseamos la verdad. La verdad evoluciona; debemos reunir pruebas que puedan evaluarse críticamente y revisar nuestras ideas ante un nuevo dato o, mejor, un argumento. De lo contrario, nuestro conocimiento equivale a poco más que una ideología de rango.
Al mismo tiempo, no debemos confundir nuestra voluntad de revisión con el relativismo moral. Si la verdad es un mito, no tiene sentido tener una profesión académica.
2) Evite conflictos de intereses. Es importante recordar que lo que la sociedad espera de la dirección y lo que espera de los académicos son dos cosas muy diferentes. A cambio del compromiso de ser proveedores honestos de la verdad, se nos concede una gran autonomía en forma de libertad académica (y tenencia). La sociedad lo hace específicamente para protegernos de la posible influencia corruptora de intereses externos que operan fuera de la torre de marfil. Este es el contrato social entre la universidad y la sociedad, que se pone en riesgo cada vez que aceptamos una compensación de una parte externa.
3) Recuperar el sentido de la humildad. Nuestra comprensión de lo que sabemos que es verdad cambia con los nuevos descubrimientos e interpretaciones, lo que nos obliga a revisar nuestra visión del mundo en constante evolución. Como el progreso humilla el orgullo, como académicos debemos exponer lo que sabemos con una vacilación basada en la certeza de la visión del futuro.
4) Sea realista en cuanto a los frutos de nuestro trabajo. Por mucho que trabajemos en busca de la verdad objetiva, nunca debemos engañarnos haciéndonos creer que nuestras prescripciones técnicas tienen un valor neutro, ya que de hecho no lo son. A la mayoría de los académicos les resulta difícil aceptar esta verdad fundamental, especialmente los profesores de las escuelas de negocios, donde existe la fuerte tentación de reducir la gestión a una especie de tecnología objetiva. Trabajaremos en la técnica y dejaremos que la sociedad se preocupe por sus implicaciones. Ya hemos seguido este camino antes. Piensa Frederick Winslow Taylor. Piensa Robert McNamara. Piensa maximizar el valor para los accionistas. Todo esto tiene que ver con temas de justicia social, equidad, democracia, política y libertad.
La sociedad concede a las profesiones (empresa y educación, y quizás «educación empresarial») la autonomía necesaria para autorregularse solo mientras estas instituciones sigan funcionando en beneficio de la sociedad. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que perdamos este privilegio?
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