Cómo pasar de la autoconciencia a la superación personal
por Jennifer Porter

Jonathan Knowles/Getty Images
Sabemos que los líderes necesitan conciencia de sí mismo para que sea eficaz. Es decir, entender sus puntos fuertes, debilidades, sentimientos, pensamientos y valores, así como la forma en que afectan a las personas que los rodean. Pero eso es solo la mitad de la historia. La autoconciencia es inútil sin una habilidad igual de importante: la autogestión.
Un cliente mío, lo llamaremos Rick, es un buen ejemplo. Ha recibido comentarios reiterados de que habla con demasiada frecuencia y durante demasiado tiempo en las reuniones. Me ha dicho que quiere mejorar este comportamiento y aprender a ser un participante más productivo para ayudar a su equipo a tomar mejores decisiones. Tras una reunión reciente con 15 personas en la que habló el 30% de las veces, le pedí que evaluara su participación. Él respondió: «Sé que he hablado demasiado, pero tenía muchos puntos que hacer». Luego continuó contándome más sobre sus ideas. Rick es muy consciente de sí mismo, pero no es tan eficaz como podría ser porque no se autogestiona.
La autogestión es una elección consciente de resistirse a una preferencia o hábito y, en cambio, demostrar un comportamiento más productivo. Es un proceso de cuatro pasos:
- Esté presente. Preste atención a lo que está sucediendo en este momento, no a lo que se dijo hace 15 minutos ni a lo que pasará en su próxima reunión.
- Sea consciente de sí mismo. ¿Qué ve, oye, siente, hace, dice y considera?
- Identifique una variedad de opciones de comportamiento. ¿Qué quiere hacer ahora? ¿Cuáles son las posibles consecuencias de cada acción? Qué comentarios ¿ha entendido que eso podría influir en sus elecciones? ¿Cuáles son algunas de las opciones alternativas que puede tomar, incluso si no son las que quiere hacer o lo que hace normalmente?
- Elija intencionalmente los comportamientos que se consideren más productivos. ¿Qué comportamiento generará el mejor resultado, aunque no sea el comportamiento que le resulte más fácil?
Para Rick, la autogestión tendría este aspecto:
- Esté presente: «Me concentro en esta conversación, escucho de verdad los comentarios de todos y presto atención a lo que está sucediendo».
- Sea consciente de sí mismo: «Me doy cuenta de que tengo ganas y ganas de compartir mis ideas. Quiero dar un ejemplo. También reconozco que hay mucha gente en la sala que intenta hablar y sé que tiendo a hablar con demasiada frecuencia en las reuniones, lo que puede impedir que otras personas participen».
- Identifique una variedad de opciones de comportamiento: «Podría explicar mis ideas, hacer una pregunta útil, invitar a otros a compartir sus ideas o escuchar en silencio».
- Elija intencionalmente los comportamientos que se consideren más productivos: «Voy a retener mis comentarios y, en cambio, escucharé lo que dicen los demás. A pesar de que tengo muchas ganas de compartir mis ideas, me han dicho en repetidas ocasiones que hablo demasiado y no doy a los demás la oportunidad de contribuir. Si escucho ahora, por fin daré esa oportunidad a los demás».
Lo que hace que la autogestión sea tan difícil se remonta a la definición. Los comportamientos más productivos no suelen estar alineados con nuestros hábitos y preferencias. (Si lo fueran, no necesitaríamos arreglárnoslas nosotros mismos.)
Comportarse de formas que no estén alineadas con sus preferencias puede hacer que se sienta incómodo («Siempre respondo primero en una sesión de preguntas y respuestas. Me preocupa que los demás no lo entiendan bien»), poco hábil («No sé cómo dar comentarios negativos») e incluso desagradable («Me gusta ser directo y ponerme impaciente cuando tengo que elegir mis palabras con cuidado»).
Operar de maneras que contradigan nuestros hábitos puede provocar reacciones negativas similares. Con un hábito, nuestro cerebro crea un atajo y pasa del estímulo a la respuesta sin pensar, lo que ahorra tiempo y esfuerzo. Pero los comportamientos no habituales requieren que pensemos en una situación, consideremos las opciones, tomemos una decisión y, a continuación, demostremos el comportamiento que se alinea con esa elección. Esto requiere trabajo. La eficiencia del piloto automático de los hábitos es lo que hace que sea tan difícil cambiarlos. Es más fácil y agradable dejar un hábito antiguo que invertir la energía en la creación de uno nuevo.
A pesar de estas barreras, la autogestión es una habilidad que se puede aprender. Así es como puede empezar:
- Decida dónde quiere autogestionarse. Preste atención a su forma de operar normalmente: lo que dice y hace y lo que no dice y no hace. Identifique los casos en los que su enfoque actual no funcione tan bien como le gustaría y la autogestión podría serle útil. Por ejemplo, tal vez, como Rick, habla demasiado en las reuniones.
- Observe y reflexione sobre lo que impulsa su falta de autogestión. En esos momentos en los que no se autogestiona, sino que le gustaría darse cuenta de cómo se siente, lo que quiere y cómo interpreta lo que sucede a su alrededor. ¿Qué impulsa sus acciones? ¿Es falta de conciencia en este momento, ganas de quedar bien, falta de habilidades, inseguridad o algo más? Si habla demasiado en las reuniones, por ejemplo, piense por qué lo hace. Tal vez le gustan más sus propias ideas que las de las demás, o nunca se le ocurrió hablar menos. Aquellos de nosotros que tenemos un sesgo por la acción podría tener la tentación de saltarse este paso de reflexión y pasar directamente a planificar y practicar, pero no lo haga. Entender por qué tomamos las decisiones que tomamos es crucial para cambiar esas decisiones.
- Tenga en cuenta sus elecciones y sus reacciones ante esas elecciones. En lugar de sus comportamientos por defecto, si se autogestionara, ¿qué más podría hacer? ¿Cuál es su reacción ante esas opciones? Observe cómo aparecen sus preferencias y hábitos aquí y pregúntese qué es lo que intenta evitar cuando utiliza esos hábitos y preferencias por defecto. Siguiendo con el ejemplo de hablar demasiado en las reuniones, una opción que podría considerar es esperar a que los demás hablen antes de ofrecer su punto de vista. Ahora, considere su reacción ante esa opción. ¿Tiene miedo de que alguien más exponga su punto de vista y no se le dé crédito por ello, o de que otros no tengan ideas tan relevantes como las suyas y se tome una mala decisión?
- Haga un plan. Ahora que sabe lo que quiere cambiar, entiende mejor lo que lo impulsa y ha identificado algunas opciones, piense en medidas concretas que pueda tomar. Si habla demasiado, su plan podría incluir decidir cuántas veces hablará en una reunión y durante cuánto tiempo, o en qué reuniones solo escuchará y no hablará.
- Práctica. Los viejos hábitos están integrados en nuestro cerebro. Para cambiarlos, necesitamos crear nuevas vías neuronales (nuevos hábitos) y esto requiere práctica. Si seguimos con el ejemplo de hablar demasiado en las reuniones, la práctica podría consistir en contar sus comentarios y dejar de hacerlo cuando alcance su máximo, incluso si solo tiene una cosa más muy importante que decir. Haga esto varias veces hasta que sea capaz de autogestionar ese comportamiento de forma constante. Al mismo tiempo, explore sus reacciones ante su práctica. ¿Qué puede aprender de lo que hace y de la forma en que reacciona que pueda informar su práctica continua?
- Repita el proceso. Vuelva al segundo paso y observe sus esfuerzos, reflexione sobre sus elecciones, revise el plan y practique un poco más. En cada iteración sucesiva, aprenderá un poco más sobre su funcionamiento, qué es lo que impulsa su comportamiento y cómo puede mejorarlo.
Es natural comportarse de una manera que nos haga sentir bien y familiar (no autogestionarnos) y, sin embargo, si lo hiciéramos todo el tiempo, nunca mejoraríamos en nada. Para ser lo más eficaces posible, los líderes tienen que ir más allá de la autoconciencia y pasar a la autogestión. Empiece por reconocer sus acciones actuales, considere opciones alternativas y, después, haga el arduo trabajo necesario para resistirse a lo que le resulte más familiar o cómodo. En cambio, comprométase a ejecutar de forma eficaz lo que sea más productivo.
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