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Health and behavioral science

Lo que come afecta a su productividad

por Ron Friedman

Piense en su día de trabajo más productivo de la semana pasada. Ahora pregúntese: Esa tarde, ¿qué almorzó?

Cuando pensamos en los factores que contribuyen al rendimiento en el lugar de trabajo, rara vez damos mucha importancia a la comida. Para aquellos de nosotros que luchamos por mantenernos al día con los correos electrónicos, las reuniones y los plazos, la comida es simplemente combustible.

Pero resulta que esta analogía es engañosa. Los alimentos que ingerimos nos afectan más de lo que creemos. Con el combustible, puede esperar fiablemente el mismo rendimiento de su coche independientemente de la marca de sin plomo que ponga en el depósito. Los alimentos son diferentes. Imagínese un mundo en el que repostar en Mobil significara evitar todo el tráfico y utilizar BP significara conducir a no más de 32 kilómetros por hora. ¿Sería entonces tan arrogante sobre dónde compra su gasolina?

La comida tiene un impacto directo en nuestro rendimiento cognitivo, por eso una mala decisión en el almuerzo puede hacer descarrilar toda una tarde.

He aquí un breve resumen de por qué ocurre esto. Casi todo lo que comemos es convertido por nuestro cuerpo en glucosa, que proporciona la energía que nuestro cerebro necesita para mantenerse alerta. Cuando nos falta glucosa, nos cuesta mantener la concentración y nuestra atención se desvía. Esto explica por qué es difícil concentrarse con el estómago vacío.

Hasta aquí, todo obvio. Ahora viene la parte que rara vez tenemos en cuenta: No todos los alimentos son procesados por nuestro organismo al mismo ritmo. Algunos alimentos, como la pasta, el pan, los cereales y los refrescos, liberan su glucosa rápidamente, lo que provoca una explosión de energía seguida de un bajón. Otros, como las comidas ricas en grasas (piense en las hamburguesas con queso y los BLT) proporcionan una energía más sostenida, pero exigen que nuestro sistema digestivo trabaje más, reduciendo los niveles de oxígeno en el cerebro y dejándonos atontados.

La mayoría de nosotros sabemos mucho de esto intuitivamente, sin embargo no siempre tomamos decisiones inteligentes sobre nuestra dieta. En parte, se debe a que estamos en nuestro punto más bajo tanto de energía como de autocontrol a la hora de decidir qué comer. Las patatas fritas y los palitos de mozzarella son mucho más apetitosos cuando uno está mentalmente agotado.

Las opciones de almuerzo poco saludables también suelen ser más baratas y rápidas que las alternativas sanas, lo que las hace aún más apetecibles en medio de una ajetreada jornada laboral. Se sienten eficientes. Ahí es donde nuestras decisiones a la hora de comer nos llevan por mal camino. Ahorramos 10 minutos ahora y lo pagamos con un menor rendimiento el resto del día.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Una cosa que sin duda no debemos hacer es suponer que una mejor información nos motivará a cambiar. La mayoría de nosotros somos muy conscientes de que engullir una mezcla procesada de huesos de pollo y restos de carcasas no es una buena decisión vital. Pero eso no hace que los nuggets de pollo sean menos deliciosos.

No, no es conciencia lo que necesitamos, sino un plan de acción que haga que comer sano sea más fácil de conseguir. He aquí algunas estrategias basadas en la investigación que vale la pena probar.

La primera es tomar sus decisiones alimentarias antes de tener hambre. Si va a salir a comer fuera, elija el lugar por la mañana, no a las 12:30 PM. Si va a pedir comida a domicilio, decida lo que va a tomar después de un tentempié a media mañana. Los estudios demuestran que somos mucho mejores para resistirnos a la sal, las calorías y las grasas en el futuro que en el presente.

Otro consejo: en lugar de dejar que su glucosa toque fondo alrededor de la hora de comer, rendirá más si va pastando a lo largo del día. Los picos y bajadas de azúcar en sangre son malos tanto para la productividad como para el cerebro. Las comidas más pequeñas y frecuentes mantienen su glucosa a un nivel más constante que confiar en un festín a mediodía.

Por último, haga que los tentempiés saludables sean más fáciles de conseguir que los no saludables. Coloque un recipiente de almendras y una selección de barritas de proteínas junto a su ordenador, cerca de su línea de visión. Utilice un servicio de suscripción automatizado, como Amazon, para reponer las provisiones. Lleve una bolsa de fruta a la oficina los lunes para tenerla disponible durante toda la semana.

¿Es ambicioso llevar productos a la oficina? Para muchos de nosotros, la respuesta honesta es sí. Sin embargo, hay razones para creer que el esfuerzo semanal está justificado.

Las investigaciones indican que comer frutas y verduras a lo largo del día no sólo es bueno para el cuerpo, también es beneficioso para la mente. Un fascinante artículo publicado este mes de julio en la revista British Journal of Health Psychology destaca hasta qué punto la comida afecta a nuestra experiencia cotidiana.

En el estudio, los participantes informaron sobre su consumo de alimentos, su estado de ánimo y sus comportamientos durante un periodo de 13 días. Después, los investigadores examinaron el modo en que las elecciones alimentarias de las personas influían en sus experiencias cotidianas. Éstas fueron sus conclusiones: Cuantas más frutas y verduras consumían las personas (hasta 7 raciones), más felices, más comprometidas y más creativas tendían a ser.

¿Por qué? Los autores ofrecen varias teorías. Entre ellas se encuentra una idea que pasamos por alto habitualmente cuando decidimos qué comer en el almuerzo: Las frutas y verduras contienen nutrientes vitales que fomentan la producción de dopamina, un neurotransmisor que desempeña un papel clave en la experiencia de la curiosidad, la motivación y el compromiso. También proporcionan antioxidantes que minimizan la inflamación corporal, mejoran la memoria y el estado de ánimo.

Lo que subraya un punto importante: si se toma en serio la consecución del máximo rendimiento en el lugar de trabajo, es esencial tomar decisiones inteligentes sobre la alimentación.

La buena noticia es que, contrariamente a lo que muchos suponemos, el truco para comer bien no está en aprender a resistir la tentación. Es hacer que comer sano sea la opción más fácil posible.

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